Holmes y Watson estaban en Baker Street como habitualmente, Holmes, aburrido, cogió su frasco de cocaína y se chutó. Watson, preocupado por su salud, le insistía en que no lo hiciera pero Holmes decía que mantenía activa su mente mientras no estaba resolviendo algún caso, aun así Watson, como médico y amigo le decía que no lo hiciera, aunque sin conseguir nada. De pronto sonó la puerta y una mujer joven, Mary Morstan, entró en la casa. Venía para pedirle ayuda a Holmes con asunto bastante complicado. Ella no sabía nada de su padre desde hace diez años y acababa de recibir una carta en la que decía que fuese a un lugar concreto sin polcías y con dos amigos como mucho si desconfiaba. También les dijo que desde hacía unos años, alguien le enviaba una perla muy valiosa todos los años siempre el mismo día, por ello les pidió ayuda a Sherlock y a Watson porque no sabía qué hacer.